Historia de Celler Casa Mariol
Cuando naces en un precioso pueblo medieval rodeado de viñedos, en el seno de una familia elaboradora de vinos, un día te preguntas, (o te afirmas), yo he nacido para esto. Seguro que es lo que han debido de pensar alguna vez las diferentes generaciones de Celler Casa Mariol.
En Batea, el pueblo, en cuestión, la viña y el vino es una religión y Celler Casa Mariol un hogar de devotos feligreses. Los habitantes del pueblo habitan en casas construidas desde hace siglos. Donde almacenan vino, cuidan los campos como si se tratara de sus jardines y ni, tan siquiera, su patrón, San Miguel, es festejado en su mes, septiembre, el mes de la vendimia. Haciendo un símil moderno, Batea es un pueblo donde el trendingtopic es la vid y los tweets son literales.
Orígenes
Al hablar de los orígenes de una empresa llamada Casa, los términos se pueden confundir y el organigrama empresarial es pura genealogía. Como sociedad nació en el 1945, y fue creada por José María Vaquer Bes. En su Casa, siempre habían elaborado vino y José María empezó a comercializarlo con su flamante Opel Blitz. Los vinos de Mariol de Batea empezaron a llegar a mercados importantes como los de Reus y Barcelona. En los barriles de la bodegas de la ciudad condal empezaba a ser común encontrar escrito en tiza el nombre de Batea y la matricula del segundo camión de José María. Un Chevrolet con matricula 77777, decían que era la más conocida de Cataluña.
Años 60 y 70
En los años 60, la elaboración de vinos dejó de hacerse en Casa y se construyó una bodega moderna. En esa época los hijos de José María ya eran mayores y él podía contar con su ayuda. Josep Vaquer Aguiló, el mediano, no sólo heredó su nombre sino también la dedicación a la empresa. En 1971, José María murió en un accidente laboral en plena vendimia. 4 meses más tarde, Josep se casaba con Emilia Llop, de Casa Rams, otra familia de payeses y bodegueros de Batea. Los dos, Josep, en la gestión y, Emilia, en la producción, empezarían una nueva etapa en la bodega.
Los felices años 80 y 90
En los 80, los Mariol seguían Falcon Crest como una serie más de la televisión, eso era ficción. El gran reto de los Mariol fue instalar en Batea la primera embotelladora de la región y empezar a crear vinos para nuevos canales como la hostelería. Con la embotelladora se elaborarían las primeras variedades foráneas como el Cabernet, el Merlot o el Chardonnay. Fue a mediados de los 80 cuando Celler Casa Mariol lanzaría el primer monovarietal Syrah en crianza de España.
Los 90 sirvieron para ampliar la bodega y empezar a comercializar los nuevos vinos embotellados en su mercado natural, la Costa Dorada, y Barcelona donde, en 1997, Casa Mariol abriría sus dos primeras tiendas. También fueron años donde se ampliaron las instalaciones pero no fue hasta casi llegado el 2000 que Casa Mariol no abriría una nueva bodega exclusivamente para la recepción de uva y elaboración de vinos.
La nueva generación
Los 2000 también trajeron una nueva generación a la bodega, Josep Maria y Marta Vaquer Llop, nietos del fundador, terminaron sus estudios en enología. Josep Maria se encargaría de la viticultura y enología y su hermana, Marta, de la producción.
Con la ayuda de los hijos, la familia Mariol casi al completo abriría un nuevo centro de embotellado en Móra la Nova, ese centro de embotellado pionero en la zona se convertía en la clave para ofrecer unos vinos de calidad a un precio más competitivo y, así, empezar a exportar por toda Europa.
En 2007, Marta y Josep Maria con la ayuda de Miquel Angel, el hermano pequeño y última incorporación a la empresa, lanzan JO! El Primer Verdejo de Cataluña, el primer producto experimental de Casa Mariol. Con este curioso producto los Mariol llaman la atención de toda la industria vitivinícola española y, no solo eso, JO! es una clara declaración de intenciones, según ellos, una nueva cultura del vino.
En 2010, los tres hermanos Mariol unifican las marcas de Casa y creando un estilo propio lanzan su actual colección de vinos llamada, cómo no, Casa Mariol.
Para el nuevo milenio, los Mariol tienen grandes retos, entre otros, seguir siendo una familia dedicada a la viña y el vino. Tienen como herencia el saber hacer vinos de calidad a buen precio y tienen muchas ganas de predicar su nueva cultura del vino por todas partes; lo suyo es un amor religioso por el vino, por lo que hacen y por lo que son.